jueves, 23 de septiembre de 2010

Sabiendo de Sabines...

En este día no incluiré las efemérides pertenecientes a el mismo, y no porque esta fecha sea menos importantes que las demas, sino porque en esta ocasión la dedicaré la publicación a un  muy buen amigo...

                                            

¿Que busco?
  es una buena pregunta.
He tratado muchas veces
de buscar a Dios
y a la justicia.
Soy un pobre diablo
que anda
entre el cielo y el infierno
Soy una gente
que lo quiere todo
y que no ha alcanzado nada.
Durante meses o años
busco
la justicia, el pan, la comida,
la sal, la mujer,
y hay momentos,
breves momentos,
en que he querido buscar a Dios...
Nunca lo he encontrado,
el día que lo encuentre
me quedo callado.

Jaime Sabines 


Jaime Sabines nació Tuxtla, Gutierrez, Chiapas en 1926, desde hace treinta años por lo menos, abundan las menciones sobre su compromiso con los alimentos terrestres, su vitalismo, su fervor filial, su poderío sentimental. Es un poeta popular, pero nadie con mínima sensatez le disminuye sus méritos, Así por ejemplo, el publico de Sabines, como suele suceder, le pertenece de manera única, y la mayoría llego a esta obra de un modo inesperado, un amigo le recomendó Nuevo recuento de poemas, o en una noche agitada por la pasión inesperada (literaria) escuchó Algo sobre la muerte del señor Sabines, o fue a un café y alguien musicalizó "Con los nervios saliéndome del cuerpo", o su novio le regalo algo de su inspiración los versos que más tarde supo propiedad de Sabines, o vio Amor libre, de Jaime Humberto Hermosillo, y se fijo en secuencia done Julissa y Alma Muriel se acercan devotamente a Los amorosos. Jaime Sabines es pacto nacional, al que concurren poetas, estudiantes, intelectuales, profugos de la literatura, entisiastas del bolero, políticos, burócratas, periodistas. Luis Donaldo Colosio memorizó poemas de Sabines, tu vecino lee a Sabines en tardes lluviosas... Y de Sabines cada quien extrae lo que le es fundamental, los versos que hablandaran el corazón de piedra, el gusto por la soleda por la soledad que se deja invadir por las palabras, el orgullo de la región, el túmulo verbal para los seres querido... Yo no lo sé de cierto, solo lo supongo.
El recital no empieza, pero no hay impaciencia. No tiene caso si el espectáculo es único, Sabines no volvera a cumplir setenta años. Los tres mil asistentes a Bellas Artes ven levantarse el telón del Palacio, y al alzarse el segundo telón el misterio de lo previsible acontece: allí está Jaime en su silla de ruedas, antecedido por un escritorio y rodeado por dos columnas de mármol rematadas por tributos florales. El aplauso es largo, conmovedor. No sin dificultad el poeta se reincorpora, y al cabo de los minutos, con vos entrecortada asegura: "Estos aplausos los lastiman a uno..."
Anuncia "Los amorosos", y la ovación se prolonga, y facilita las comparaciones con un concierto de musica popular.
Fragmento del prólogo escrito por Carlos Monsivais del libro:  
Jaime Sabines, Recogiendo poemas.


Los amorosos


Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.

Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.
Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre  -¡que bueno!-  han de estar solos.

Los amorosos son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la oscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.

Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor
como una lámpara de inagotable aceite.

Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo,
complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida,
y se van llorando, llorando,
la hermosa vida.

Jaime Sabines




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